La mayoría de los resultados
apoyan las variables explicativas y los
factores de riesgo de la depresión asociados
con la obesidad. La interrelación
neurobiológica entre obesidad y depresión propone a la leptina como mediador de
dicha relación. La leptina es una hormona peptídica secretada por los
adipocitos al torrente sanguíneo e ingresa al cerebro por un mecanismo de
transporte saturable, en donde se une a sus receptores a nivel del hipotálamo.
El gen que codifica el recepto de leptina genera seis isoformas que difieren en
la longitud de sus dominios intracelulares, pero comparten un dominio
extracelular común. La forma larga de LepR y LepRb es crucial para las acciones
de la leptina, y particularmente la LepRb, que se expresa altamente en áreas
cerebrales que se encuentran implicadas en el control del ánimo y de las
emociones. La leptina fue identificada como la hormona “antiobesidad” y se sabe
que tiene funciones en el control del balance energético y en la regulación de
otros procesos, como son el área cognitiva e incluso la reproducción.
Estudios en animales han mostrado
que la leptina tiene efectos similares a los de los antidepresivos. En las
pruebas de nado forzado y pruebas de suspensión por la cola—dos modelos que han
demostrado tener un alto valor predictivo de eficacia antidepresiva-la
administración sistémica de leptina produce una reducción dosis-dependiente del
tiempo de inmovilidad. De igual manera, el tratamiento sistémico con leptina
revierte los efectos anhedónicos que producen el estrés crónico impredecible.
Estos hallazgos son similares a los observados con la administración de
antidepresivos. En humanos, se ha observado que los individuos con historial de
depresión a lo largo de la vida tienen niveles elevados de leptina en suero, y
estos predicen el inicio de un episodio depresivo mayor en un lapso de cinco
años. Por otro lado, estudios postmortem de
tejido de corteza frontal de individuos que consumaron el suicidio muestran una
regulación a la baja de los receptores de leptina.
El eje hipotálamo-adrenocortical
(HHA) no debe excluirse al hablar de depresión, ya que se ha observado que se
encuentra hiperactivado tanto en la depresión como en la ansiedad con un
incremento concomitante en los niveles de cortisol. Estas alteraciones parecen
resolverse con un tratamiento bien indicado mediante fármacos antidepresivos.
La activación incrementada del eje HHA también se ha relacionado con obesidad,
particularmente con obesidad central. La distribución de la grasa abdominal parece ser el medidor
clave entre la obesidad y la depresión. Esto apoya la idea de que existen
alteraciones metabólicas que involucran al eje HHA que podrían subyacer a ambas
entidades: la depresión y la obesidad. Sin embargo, la relación entre obesidad,
la función del eje HHA y la secreción de cortisol es compleja; el aumento en la
secreción de cortisol se ha visto asociado con obesidad abdominal solamente en
hombres con una función basal normal del eje HHA y con una sensibilidad
incrementada al estrés, mientras que en un grupo pequeño de hombres con
obesidad abdominal la secreción de cortisol es baja. Lo anterior podría
explicar algunos resultados discordantes en los estudios relacionados con
obesidad con secreción de cortisol. Se cuenta con diversas observaciones que
indican que existen diferentes factores involucrados en la obesidad,
particularmente en la obesidad central, como son el eje HHA, el eje gonadal, la
hormona del crecimiento, las vías de leptina, el sistema nervioso simpático y
los sistemas monoaminérgico, serotoninérgicos, dopaminérgicos y adrenérgicos.
Finalmente, la relación existente
entre obesidad y depresión podría estar mediada por el tipo de sintomatología
depresiva que experimenta el paciente. Un estudio llevado a cabo por Cizza G y
colaboradores, en un grupo de mujeres premenopausicas deprimidas y un grupo
control, demostró que las mujeres con sintomatología depresiva indiferenciada
tenía más grasa abdominal y generalizada, así como un índice cintura/cadera
mayor que las del grupo de control. Además, este grupo de mujeres tenía niveles
más elevados de colesterol total, lipoproteínas de baja densidad (LDL),
triglicéridos y glucosa. Por su parte, las mujeres con sintomatología depresiva
atípica mostraron tener más grasa abdominal generalizada y mayor índice
cintura/cadera que el grupo control, pero sin diferencias en el perfil lipídico
y de glucemia. Por último, las mujeres con sintomatología depresiva melancólica
no mostraron diferencias en cuanto a medidas antropométricas y perfil de
estudios de laboratorio en relación al grupo control.